#Odiosincracia El uso del odio como herramienta política

El odio configura un lazo social fuerte, compacto y contagioso por demás inverosímil. ¿Qué pasa con los discursos del odio en las redes? ¿Cuál es el rol de Estado?
El uso del odio como herramienta política lleva al intento de suplantar una subjetividad producto del orden del Estado-Nación, subsidiaria del sujeto parlante en la capacidad de elegir por vía de la democracia. Este viraje se concibe por vía del hecho novedoso del lazo social promovido por odio. En tanto su vigencia y exagerada obscenidad, la distribución universal de dicho fenómeno, nos ha llevado a considerar que el odio configura un lazo social fuerte, compacto y contagioso por demás inverosímil, ya que en sus antecedentes han sido razones culturales, singulares, religiosas, etc; señaladas en tiempos históricos y geografías ubicables.
Este viraje hacia un novedoso modo cultural y su consecuente subjetividad, se entiende por el logro del odio instilado por la infocracia (Byung-Chul Han) que resulta de la producción de feligreses de la creencia de la inutilidad del Estado, propalando y vociferando toda serie de calamidades: falsedad, corrupción, robo, injusticia y en tiempos recientes de pandemia, responsable del encierro compulsivo.
El lazo social por vía del odio, tan útil al sistema neoliberal, con las múltiples vías de la infoesfera (Berardi), de resultas de un universal padecimiento. Lo que lleva a un Fenómeno (etimológico lo que aparece) del desborde desensamblado de la razón, odio puro (no dialectizado con el amor) no sin violencia como hemos llegado a ver, desde colgar bolsas mortuorias con nombres de funcionarios, amenazas de muerte, hasta el intento de magnicidio
La pandemia mostró el nivel de masividad planetario: multitudes de creyentes en procesión, entregados al sacrificio de la propia razón, vociferando lo que la operatoria de la información (Big Data) llevó a creer: “quieren inyectarnos veneno”, ”quieren dominarnos con el virus inventado”, quemar barbijos y otras subsidiarias de la Fe del odio al Estado.
De hecho entonces, el envío desde ahí es dar por muerto al estado, anhelo que no cesa Al decir de J. Aleman: “Considero que el discurso capitalista es revelador de la operación neoliberal por excelencia, al establecer la conexión del poder dominante con la producción de subjetividades”.
Esta subjetividad propiciada por el funcionamiento del discurso capitalista, resulta en sujetos sumisos a los vaivenes del mercado, sin otra elección que consumir sin respiro.
Las razones son complejas:
En pandemia sumarse al odio vociferante, permitió suponer una catarsis (descargue) de angustias, duelos y además a quién culpar.
La Fake (falsa) propuesta de la libertad absoluta propalada (Big Data, infocracia) y el uso masivo de dispositivos (cada quien con su aparato creyendo dueño de la realidad) siendo inadvertidamente bombardeado de lo que se quiere vender o dar a pensar (se llegó a denominarnos “infómatas”)
El clásico devenir neurótico: es deseable todo lo que la ley prohíbe; cuando desde el psicoanálisis se determina que solo hay deseo si hay ley vigente. En suma, es por esta la razón de haber visto en pandemia, los escasos (y siniestros) efectivos resultados de cuidado de personas en donde el neoliberalismo reina, potencias económico-científicas en donde una asombrosa sinrazón llevó a la pérdida de vidas. No fue así con la presencia estatal dado a la prevención y atención y aún, prohibiendo con criterios sanitarios.
Así las cosas, queda entonces pendiente una labor permanente, aquella que brega por oponer a las fuentes de creencia en el odio, tal y como manifiesta alguien que de creencias sabe. Y propone en su carta Papa Francisco,”fratelli tutti”. Una hermandad por encima de las fragmentaciones.
Por Juan Carlos Cosaka: Médico psiquiatra, psicoanalista, Magister en psicoanálisis. Miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Miembro de Asociación de Psiquiatras argentinos (APSA).