Apreciación: ¿estrategia electoral?

El Gobierno decidió, dado que el FMI no sirvió para recuperar la confianza, anclar la inflación y reactivar; apuestar a contener al dólar.
Luego de un año catastrófico a partir de la explosión del programa económico que devino en una maxidevaluación, récord de inflación, una profunda recesión y un gran deterioro social, el Gobierno evaluó que no tenía otra alternativa para llegar a las elecciones que reestablecer alguna sensación de control. Dado que el FMI no sirvió para recuperar la confianza, anclar la inflación y reactivar, la única apuesta fue contener al dólar.
Incluso, a partir de la autorización del Fondo para intervenir se ha registrado una importante apreciación nominal. Dicho comportamiento tiene varios determinantes. En primer lugar, es esperable por la liquidación estacional de divisas del agro. Por otro lado, es consecuencia del severo estrangulamiento del dinero transaccional generado por la política monetaria al congelar la base monetaria y mantener una tasa real muy alta. Esto aceleró la velocidad de circulación y los tesoreros de las empresas debieron enfrentar demandas extraordinarias de liquidez como los pagos de aguinaldos desarmando posiciones previamente dolarizadas. El tercer factor, que genera mayores polémicas, es la (creciente) participación de fondos externos en colocaciones en pesos de corto plazo para aprovechar un rendimiento extraordinario mientras dure la estabilidad cambiaria. Esto último ha sido incentivado por la mejora de las expectativas para los países emergentes como resultado de los anuncios de relajación de la política monetaria de la Fed, y que ha sido más intensa en Argentina por la reducida dimensión del mercado.
La marcha del Gobierno parece sólo preocuparse por el corto plazo habiendo perdido toda visión, no ya estratégica, sino simplemente de la última parte del año. Por ahora, toda la estrategia apunta a las PASO. Luego se verá.
Creen que, si llegaran a las PASO con el dólar tranquilo, pueden estar en las mejores condiciones para ser competitivos en octubre. Para ello, diversas autoridades habrían explicitado a bancos y fondos externos su intención de mantener el dólar anestesiado. Incluso, es creíble la hipótesis de un compromiso de caballeros donde el BCRA garantiza la salida ordenada de los fondos que así lo requieran en su momento. En forma similar a lo hecho por Sturzenegger el año pasado. Eventualmente, si los fondos del carry se van, el relato preparado será culpar a los resultados electorales siendo una prueba de que las opciones son el Gobierno o el caos.
Está política implementada en torno al dólar es nociva y peligrosa.
Primero, porque apreciar el tipo de cambio como herramienta electoral ya ha sido probado muchas veces con resultados mayoritariamente desastrosos, tanto en el corto como en el largo plazo. Por ejemplo, los últimos cuatro años de la convertibilidad ofrecen un ejemplo de estabilidad cambiaria y fracaso electoral.
Segundo, porque la estabilidad cambiaria es una condición necesaria pero no es suficiente para ganar. Para recuperar votos propios respecto al 2015 el Gobierno requiere mostrar mejoras en la situación económica y social del 51% que lo votó en esa elección. Quienes no lo votaron (49%) han confirmado que Cambiemos no era una buena opción y es difícil que encuentre ahí votos frescos. Si bien un dólar quieto e inflación descendiendo pueden calmar el malhumor, la insatisfacción generalizada es con los niveles de ingresos reales, la desocupación y la pobreza, es decir, con la incertidumbre económica personal. Esos factores son muy inerciales, tardan en ser percibidos luego de un shock negativo y tardan en recuperarse. La gente no come con las tasas de variación ni con los turning pointsque vemos los economistas.
Lo concreto es que hoy el PBI es menor que en 2015 y, al crecer la población, el PBI per cápita es mucho menor (cercano al de 2011).
Más aun, al haber aumentado la desigualdad de ingresos, para el 80% de la población el ingreso percibido es aún peor que el de 2011. Así, las ventas minoristas son un 19% menores que en 2015, las ventas de autos un 31%, y el consumo privado es un 7% más bajo e incluso un 8% más bajo que en 2017. El Salario real cayó 14% respecto a 2015, el desempleo llegó a los dos dígitos y la pobreza también creció respecto a 2015. Si, eventualmente, la economía dejara de caer, ello no cambiaría la percepción del 80% de la población porque la incertidumbre hace improbable que aparezcan motores para hacer crecer la economía. Así lo muestra el FMI en su última revisión. Además, apostar a la apreciación no les permite bajar la tasa de interés, lo cual congela la foto recesiva.
Tercero, una apreciación cambiaria deliberada como la que es impulsada por el Gobierno genera interrogantes complicados. Uno de ellos refiere a cuál es la apreciación del tipo de cambio real que tolera el FMI y la propia credibilidad de la estrategia. El TCR no está aún sobrevaluado, pero con una inflación en torno al 2% en los próximos meses los cuestionamientos se multiplicarán. Hay analistas voluntariosos que comparan al TCR actual con el de 2015. Deberían recordar que, en cualquier esquema estándar de tipo de cambio real de equilibrio, una economía comercial y financieramente más abierta y con mucha más deuda externa requiere un TCR de equilibrio más alto. Dichos analistas también sostienen que la cuenta corriente está mejorando, pero dados los costos financieros que genera la tasa de interés, esto ocurre más por la caída de importaciones que por la suba de exportaciones. Incluso el FMI, con un método más rústico, ya lo pone en equilibrio en la revisión. La duda sobre la sostenibilidad futura del tipo de cambio se instalará primero en los tenedores de activos en pesos y en quienes deben liquidar dólares y puede generar una corrida en la cual no está claro cuántas reservas dejará vender el FMI. Es decir, hasta cuando el Fondo subordinará su objetivo de un tipo de cambio alto y reservas netas sólidas para hacer viable el repago de la deuda, sólo para garantizar la salida de los fondos externos colocados en carry y los domésticos.
Cuarto, las reservas netas no son tantas y esto lo saben quienes miran más allá de las reservas brutas. Con reservas netas en torno a u$s20.000 millones todo el equilibrio inestable está sostenido por el hecho de que se mantenga la voluntad de los carry traders y de los depositantes en plazo fijo de quedarse en pesos. Una salida de sólo una parte puede generar la imitación del resto que saben que el FMI no va a dejar liquidar todas las reservas netas.
Quinto, los riesgos se extienden al posible contagio a otros activos. Si los dólares relativamente escasos se usarán para cubrir la demanda de dolarización de los tenedores de pesos eso repercutirá en una mayor reticencia de los tenedores de activos en dólares a renovarlos (entre ellos las Letes) y, si los eventos son mal administrados, en una mayor desconfianza de los depositantes en dólares.
En resumen, la estrategia de anestesiar al dólar es muy arriesgada. Está basada en la hipótesis de que un dólar más barato que en el pico es una condición necesaria y suficiente para recuperar a los votantes de 2015, y solo tendría posibilidad de éxito si al gobierno le fuera muy bien en las PASO, de lo contrario, se les volvería en contra. La realidad es que sólo tiene probabilidad de éxito si al Gobierno le fuera muy bien en las PASO, de lo contrario, puede volverse en contra de sus autores. Jugar con fuego tiene esos riesgos.
(*) UNLP Conicet. Exjefe de Investigaciones Económicas del BCRA.